Violencia Obstétrica: la huella psicológica

La violencia obstétrica, más allá de las secuelas físicas que puede dejar en madre y criatura, deja además una huella psicológica que permanece en el tiempo. Esta herida emocional también necesita cuidados pero en ocasiones es difícil reconocerlo porque es duro aceptar que el inicio de un momento que habíamos idealizado, como es el nacimiento de un/a bebé, pueda estar mezclado con una experiencia tan dolorosa.

Otras veces la necesidad de cuidar a nuestra criatura nos empuja a seguir cuidando y tapamos como podemos esa herida porque quizás no encontramos el momento y/o la forma de cuidarla.

Vamos, entonces, a definir qué es la violencia obstétrica.

Definición de violencia obstétrica

Definimos la violencia obstétrica como aquellas prácticas que degradan, oprimen, humillan e intimidan a las mujeres durante sus embarazos, partos y pospartos. Puede ser física o puede ser psicológica. Encontramos violencia obstétrica física cuando se llevan a cabo procedimientos e intervenciones que no son necesarios, que son invasivos y que no respetan los ritmos naturales de sus procesos. Estamos hablando de prácticas que en muchos casos son realizadas sin el consentimiento de la mujer, que no recibe la información adecuada con pros y contras para poder decidir. Algunos de estos procedimientos pueden ser episiotomía sin estar indicado, maniobra Kristeller, cesáreas innecesarias, uso de haloperidol como “calmante”…

Encontramos violencia obstétrica psicológica cuando el personal médico infantiliza, humilla y habla despectivamente a la mujer (o con sus compañeras como si la mujer no estuviera). Es violencia psicológica cuando no te permiten estar acompañada, o cuando ignoran tus necesidades y peticiones. También lo es que te amenacen y coaccionen, que te nieguen mantenerte piel con piel con tu criatura, que te nieguen agua y comida sin estar indicado, que te manden callar o que con su lenguaje no verbal te hagan sentir intimidada.

Ambos tipos de violencia obstétrica suelen darse en conjunto.

En 2019, la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, del Consejo de Derechos Humanos presenta un informe analizando la atención a la mujer en los servicios de salud reproductiva “con especial hincapié en la atención del parto y la violencia obstétrica. En dicho informe, Dubravka Šimonović, llega a calificar como “torturas” a algunas prácticas. Reconoce la necesidad de ponerle nombre a este tipo de violencia porque en muchos casos ni siquiera se reconoce como tal, puesto que se ha normalizado y se ha convertido en un tema tabú.

Reconocer la violencia obstétrica

Hasta hace bien poco la forma de evaluar si un parto había ido bien era si el bebé estaba sano. La salud física de la madre era un factor secundario, más aún la salud mental. Hoy en día, a nivel social, sigue muy extendido ese criterio que contribuye a invisibilizar las secuelas psicológicas de la violencia obstétrica. Así encontramos cantidad de comentarios que invalidan las emociones y el sentir maternos, que ayudan a la invisibilización de este tipo de violencia y a que se siga viviendo en silencio, con culpa.

Secuelas de la violencia obstétrica: la huella psicológica

Entre las secuelas de violencia obstétrica podemos encontrar síntomas que pueden ser muy difíciles de gestionar cuando se unen a las características propias del posparto. Precisamente esta idea del puerperio como un periodo convulso puede llevarnos a aceptar como normal el sufrimiento, posponiendo la petición de ayuda por parte de una profesional.

Como decíamos en otros posts, puedes haber desarrollado un Trastorno de Estrés Postraumático, pero también estar experimentando síntomas compatibles con este sin que sea un cuadro puro.

Solemos encontrar mucha culpa por estar experimentando emociones incómodas como enfado o tristeza en un momento que habíamos soñado bonito. “Siento que soy una desagradecida”, puede ser la expresión. Sin embargo es compatible estar enfadada, triste y decepcionada con estar feliz por tener a tu bebé. Es importante encontrar el espacio donde te sostengan y escuchen sin juicio.

Otras veces aparecen problemas para vincularse con la criatura. Esto merece un post aparte, pero los sentimientos de culpa también aparecen aquí. Esto puede ser fruto de la disociación que se produce en el momento del parto. Es decir, un mecanismo de defensa que se produce en el momento del trauma para poder protegernos puesto que nuestra mente en ese momento no es capaz de “hacerse cargo” de una experiencia tan dolorosa, no puede tolerarlo. Entonces puede vivirse como si fueras ajena a eso que está ocurriendo, como si de verdad no estuviera pasándote a ti. Imagina la poca capacidad que queda para poder reaccionar a lo que está ocurriendo.

Cuando hay disociación durante el parto hay muchísimas probabilidades de experimentar estrés postraumático durante el posparto.

En esas secuelas de la violencia obstétrica también puede suceder que tareas cotidianas del puerperio puedan desencadenar ansiedad. Esto ocurre debido a la asociación que se produce entre estas actividades y el propio parto. Asimismo puede pasar cuando ves a una embarazada, a otra mamá con su bebé, al pasar por el centro médico…

La profundidad de estas huellas es tan grande que muchas veces determina la decisión de ampliar la familia. Es en este momento donde puedes darte cuenta de que realmente necesitas ayuda para sanar esa herida emocional que se produjo durante el parto.

Otra área de la que se habla poco es que pueden surgir problemas con la pareja. El enfado aflora por haberte sentido sola, porque sientes que podía haber intervenido o frenado intervenciones. En ocasiones se une la incomprensión por parte de estos. No llegan a entender por qué te sientes así, de dónde vienen tus reacciones. Al querer quitarle importancia para que te sientas bien consiguen lo contrario puesto que sientes que niegan tus emociones.

Las relaciones sexuales pueden verse afectadas también. El parto forma parte de la vida sexual de las mujeres. Muchas mujeres que experimentan violencia obstétrica utilizan el mismo lenguaje que víctimas de violación. Sheila Kitzinger, activista por los derechos de la mujer, del parto y de la maternidad, investigó sobre esto y pudo comprobar que utilizaban términos similares. Así, puede existir un rechazo a mantener relaciones sexuales porque pueden llevar a reexperimentar las sensaciones corporales.

Cada mujer puede experimentar y vivir estas secuelas a su propio modo. No podemos olvidar que cada persona somos singular aunque puedan atravesarnos vivencias similares. Trabajarlas minuciosamente con una psicóloga especializada y sensibilizada con este tema será de gran ayuda para marcar la diferencia en tu día a día. Esto es lo que A. M. decía del trabajo que hicimos juntas:

Al poner palabras a mi experiencia y a mis miedos más profundos, entendí que todo lo vivido era completamente normal, completamente humano en situaciones de estrés. Con la dulzura y la alta sensibilidad que caracterizan a Ester, me aconsejo, me dio pautas y sobretodo me enseño como funcionan nuestros mecanismos más primitivos. Ahora llevo conmigo herramientas que estoy segura de que no sólo me han ayudado en el momento de sanar mi parto, sino que me acompañarán para toda la vida.

Como hemos visto, la violencia obstétrica puede llevar consigo la huella psicológica que, aunque invisible, nos acompaña. ¿Llegará el día en que también se valore en los juzgados?

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